Farándula y Parlamento, la tele sigue vendiendo

mierdaLa misma fórmula que vende un detergente, vende también a un candidato. Funcionan los mismos códigos, eventos populares de bajo contenido, el jingle, el recuerdito, la promesa a la pasada, buscando el voto fácil en comunas menos informadas, y más influenciables.

Los rostros de la farándula de cada país entran al mundo de la política con una facilidad asombrosa, demostrando de paso que no se toman la política muy en serio, ni los candidatos ni los votantes, que los instalan en el parlamento, alcaldías, municipios y concejos municipales..

«Candidatéate a alcalde» le dice el amigo al rostro de televisión, «Te ganarás buen sueldo!». Es un buen argumento cuando los eventos en discotheques no dan lo suficiente para cubrir estilos de vida parafernálicos. No es que el rostro esté capacitado en alguna área distinta a las comunicaciones, ni siquiera se acerca a un cientista político o a un sociólogo de postgrado. Da lo mismo si tiene o no méritos, después de todo, no es mucho lo que tendrá que hacer.

Cada vez se sabe más que los políticos defienden los intereses de los conglomerados económicos, los verdaderos «dueños del país». Tampoco es de extrañar que el rostro, o ex-rostro televisivo se impondrá al cientista o al sociólogo, incluso a algún loco lindo que por una integridad inquebrantable defiende los intereses de los ciudadanos, anteponiéndolos a los intereses corporativos, o partidistas.

Tampoco es de extrañar que el rostro gane, porque la gran masa votante es la misma gran masa consumidora, responde a los mismos estímulos y con la misma previsibilidad, es decir, el candidato de TV comunicará con su sonrisa de siempre y dejará que los demás den la lata con sus aburridos proyectos de reforma, denuncias, derechos,etc. El rostro hará lo que sabe, mostrará su mejor ángulo y evadirá los temas que los asesores le digan que evada; se sacará fotos con sus admira-votantes, recibirá el incondicional apoyo de los medios vinculados al permanente condicionamiento de consumo, determinados canales desempolvarán videos y actuaciones al aire, insertándolos en la programación, para reforzar el recuerdo y el afecto de los incondicionales de siempre, los que con la misma devoción compran y/o votan por sus queridos rostros de TV.

La situación se repite en toda latinoamérica y mientras suceda, estará indicando la real naturaleza de nuestros votantes, de su nivel de expectativa, del grado de compromiso y de la fortaleza de su Nación. Si un pueblo es gobernado por su TV, ese pueblo está debilitado en su intelecto.

Debido a que las elecciones son un fenómeno masivo, donde los votos que recibe la farándula debieran ser una estadística divertida, e inofensiva, pero en vez de eso, los políticos sin la debida preparación o herramientas intelectuales son instalados para tomar partido en decisiones que afectan a miles de personas y a miles de millones de dólares de cada país (tanto en impuestos como en dólares) que se fugan por políticas privativistas que dejan escapar valiosos recursos.

¿De quién es la culpa que seamos tan influenciables? De nuestras propias conductas adictivas!

Nos arrojamos de cabeza a fenómenos mediáticos masivos sin más que afirmar lo «bueno» que son, en vez de sospechar que algo se encuentra bajo demasiado control y que debiéramos diluir la atención generada, como una forma de autoregular la atención del mercado, de la opinión pública, del clima informativo en la ciudadanía y sus aparentes necesidades. Pero en vez de eso nos arrojamos cual ovejas al precipicio, devorando realities, programas de bajo nivel intelectual, perdiendo el control de nuestras emociones ante efectivas campañas de publicidad, mermando la capacidad analítica y con ello la crítica y el análisis de nuestra realidad, volviendonos psico-autómatas, en un permanente hibernar mental.

La popularidad de la TV chatarra no ha llegado a su fin en latinoamérica, la tendencia de españa, el hastío del cinismo, la especulación y la disparidad en las riquezas, ha volcado a sus habitantes en una búsqueda de respuestas, de alternativas y responsables, un terreno inapropiado para falsas realidades, que esperamos sea una consecuencia que también veamos en Latinoamérica y pronto llegue el fin del control mediático, un apagón de televisores, una des-subscripción de periódicos, una alternativa sustentable y participativa al consumismo y una participación conciente e informada en los procesos de elección de representantes políticos.

Esperemos que tal cual pasó con «El destape» (ahora ver una teta en televisión no impresiona a nadie), así también la farándula pierda su encanto ficticio, se caiga ese velo de fantasía que nos aturde y tomemos desiciones concientes y responsables, como elegir a alguien sensato y capacitado para que negocie por nosotros. Que se pare en frente del hombre de traje, y pelee por tu tajada, por tu derecho, tu tierra, tu salud y por tu bolsillo.