“Los estudiantes se ríen de Bachelet, saben que lo que dice es demagogia pura”

gabriel18-04-2013.- El premio nacional de Historia afirma que el movimiento social derivará, sino se interrumpe el proceso, en el autogobierno de las comunidades, pero advierte una serie

de riesgos: la tentación de precipitarse, que la clase política atraiga a los líderes -algo que, dice, ya está sucediendo en casos como los de Jackson e Iván Fuentes; que los candidatos intenten apoderarse del discurso de las bases y que los militares quieran tomar las riendas. Además asegura que Bachelet va a ganar, aunque nadie le cree, e insiste en que Camila Vallejo no es una líder nacional “aunque sigue siendo bonita”.

Cuenta el premio nacional de Historia Gabriel Salazar que aprendió, desde pequeño, a desconfiar del partido comunista. Que al lado de su casa vivía un militante del PC que en las noches “llegaba curado gritando consignas sobre los obreros y el capital” y que, en medio de la oscuridad, rayaba las murallas del barrio con la hoz y el martillo.

“¡Y yo me emputecía con eso! Me indignaba la presencia de este señor. No vi nada favorable en él, no resolvía ningún problema. En cambio mi madre -que había sido asesora doméstica y apenas fue a la escuela- pasaba los días visitando gente de las callampas, del Mapocho, les llevaba ropa que le daban las viejas católicas de plata. Eso era mucho más concreto”, asegura para luego aclarar que su viejo rencor por el PC no explica por sí mismo la opinión negativa que tiene de la ex dirigente estudiantil Camila Vallejo que, insiste “no era, no es ni será una líder nacional”. “Ya no suena ni truena. Hace noticia por su embarazo y sería. Sigue siendo bonita, pero ahora quién sabe con una panza a lo mejor ya no”, remata en medio de una carcajada.

Salazar, a los 77 años, está deslenguado y activo. Podría estar descansando en medio de los cientos de libros que atiborran cada espacio de su casona en La Reina, sin embargo, sigue dedicado a enseñar en la Universidad de Chile y a trabajar con los movimientos sociales. Cuando se lo piden, como en este caso, también opina de la contingencia y arremete contra Vallejo, contra Michelle Bachelet por demagoga, contra los milicos “por tontos”, contra los ex dirigentes estudiantiles del 2011 “por entrar al negocio de la clase política”, contra Marcel Claude “por precipitarse” al proceso de maduración del movimiento social. Pero el académico y ex mirista no se define sólo por lo que no le gusta. También proyecta lo que debería, a su juicio, ocurrir en el país: que la ciudanía se autogobierne.

¿Y hay alguna experiencia de autogobierno en el mundo?

Estados Unidos partió así, luego, por razones estratégicas, derivó en un Estado centralizado. Debemos llegar a un modelo en que la célula madre es la comunidad local que se organiza, respetando la autonomía, para construir un Estado. Por eso es maravilloso lo de Eloísa González (dirigentes escolar) que solita discutiendo con los cabros llegó a la conclusión correcta: la educación debe ser manejada por la comunidad. Ese discurso es mucho más avanzado que el de Michelle Bachelet o Camila Vallejo.

¿Y usted cree que ese proceso se está dando en Chile?

Claro. Ocurrió en Aysén cuando se le dobló la mano al Presidente porque estuvo tres semanas gobernando una asamblea. Eso fue un acto revolucionario, aunque no se quiera decir así. Freirina hizo lo mismo. Y Atacama quiso, pero (Sebastián) Piñera les ofreció el Fondenort que es una soberana mierda. Las localidades están pensando en tomar las decisiones. Están aprendiendo a autogobernarse. Dejar de pedir y reunirse y decidir las soluciones. Los gremios están más atrasados, porque viven pidiendo cosas. El de 2011, desde esta perspectiva, fue un movimiento de masas, pero no social porque no decían qué se iba a enseñar, sólo se pedía terminar con el lucro.

Sin embargo, el Gobierno y la oposición consideran que el 2011 fue un punto de quiebre en el país, que Chile cambió tras la movilización social en calles.

No es que haya cambiado el país después de las protestas estudiantiles porque lo importante del movimiento ciudadano no es la calle. La masa está en la calle, el movimiento social va por dentro, se manifiesta en un cambio de percepción de la realidad. Entonces venía cambiando desde antes y hoy estamos, de alguna manera, subiéndonos a la cresta de una ola que se formó hace mucho tiempo en un proceso que en muchas etapas ha sido oculto, subterráneo y que es parte de la memoria social. Esto comenzó el 57 cuando los pobladores marginales decidieron ellos mismos controlar el terreno, construir los campamentos, violando la ley, violando el derecho a propiedad privada y obligando al Estado, posteriormente, a construirles las casas y las calles. La toma de terreno se manifestó luego como tomas de industrias, tomas de fundos, tomas de universidades. La toma es un ejercicio político distinto de la petición ciudadana que se le hace un partido, el partido lo lleva al parlamento, ahí se discute y la derecha y la izquierda se pelean para sacar luego una porquería de decreto que no soluciona ningún problema.

Pero el proceso se interrumpió en dictadura…

Te equivocas. Las tomas se iniciaron durante el Gobierno de (Eduardo) Frei Montalva y llegaron a su culminación con (Salvador) Allende. Hasta se le planteó a Allende que disolviera el Congreso Nacional y creara la Asamblea del Pueblo. Eso no le gustó a Allende, ni al PC y fue el gran conflicto entre Allende y (Carlos) Altamirano. Luego, el Golpe de Estado destruyó los partidos, los sindicatos, el Estado, pero no destruyó el poder popular que apareció en temas como las ollas comunes que es como decir “nosotros resolvemos el problema del hambre”; en los campamentos porque la autoconstrucción es decir “nosotros resolvemos el problema de las viviendas”. Y claro, en la lucha armada que es decir, nosotros derrocamos la dictadura a través de la resurrección del Mir, la creación del Frente Patriótico y el Lautaro. Es decir, en dictadura, el movimiento social no se murió, se diversificó. La mejor manifestación de esto fueron las 22 jornadas de protestas en las calles contra la dictadura. Pinochet no pudo hacer nada contra eso porque había desarrollado la política de pescar a un militante, llevarlo a Villa Grimaldi, torturarlo para que delatara a otro militante y así. Pero la tortura no servía para la gente que estaba en las calles. La memoria social de cuatro décadas no desaparece, no muere.

Tal vez no muera, pero da la impresión que estuvo bastante dormida hasta las protestas de 2011.

Lo que pasó es que le dimos marcha blanca a la Concertación por 15 años. La Concertación aceptó la Constitución de 1980, aceptó el modelo neoliberal y los socialistas de antaño comenzaron a gobernar, pero ya en el 96 y 97 surgen huelgas porque la concertación se había neoliberalizado a más no poder. El 2005 tenemos el pinguinazo que plantea algo esencial: la asamblea manda, no hay dirigentes sino voceros, y esa cultura aparece otra vez el 2010, 2011. Y los universitarios funcionan a través de las asambleas. Ahora, lo más novedoso es la aparición de asambleas territoriales en Aysén, Freirina, Atacama, Montenegro. El fin de semana pasado hubo un encuentro de asambleas ciudadanas en Freirina con más de 150 grupos y acordaron organizarse para ejercer el poder constituyente sin ningún partido político.

EL RIESGO DE LOS MILICOS TONTOS

El temor del Gobierno, más que a este tipo de asambleas, es a que se vaya a “incendiar la calle” a través de marchas y protestas. ¿Hay un error en esta visión?

Sí. La derecha sigue mirando a la ciudadanía como un peligro sólo si está en la calle, pero el movimiento social no necesariamente está en la calle. Es mucho más grave para la derecha el encuentro de Freirina del fin de semana pasado que la movilización callejera de los jóvenes que el Gobierno maneja y reprime con los pacos. En Freirina se está pensando en deshacerse de los gobiernos. Y ellos saben de lo que hablan: pararon la planta de Agrusuper, pararon a Barrick y ahora están preparando una marcha por recursos hídricos. Eso sí es importante, que se incendie la calle da igual. Esta gente siempre piensa que la ofensiva contra el modelo neoliberal va a venir de la calle y por lo tanto de los encapuchados y por ese preparan estas leyes Hinzpeter. El riesgo real para la derecha no son los encapuchados, son las personas que a rostro descubierto están pensando en cambiar la política.

Si el riesgo para la derecha es la ciudadanía ¿Cuáles son los riesgos para el movimiento social?

Los riesgos son muchos. Que la gente se impaciente y en vez de alimentar ese proceso busque jugarse todo en una acción, como convocar en agosto a la asamblea constituyente, eso es precipitar los hechos. Es lo que está pensando además Marcel Claude al querer ser presidente. ¿Cuánto va a sacar? Un par de votos que se esfuman en el aire. No va por ahí, es la ciudadanía la que debe cambiar, hay que multiplicar las Freirinas. El otro riesgo es que movimientos creen dirigentes que se conviertan en líderes nacionales, y cúpulas que hagan de vanguardia y le quiten la soberanía porque se meten en el sistema y le siguen el juego. Ahí tenemos a Camila, Giorgio Jackson y Camilo Ballesteros. Otro riesgo es que políticos oportunistas pesquen el discurso de la nueva constitución -todos lo están pescando- e intenten manejar una asamblea constituyente. Se ha hecho en el pasado. En 1925 fue así. (Arturo) Alessandri pescó eso, lo manejó y quedó todo igual. También hay un riesgo de que los militares intervengan para terminar la cosa.

Suena como un temor arcaico eso de que vuelvan los militares

No creas. Hay que desarrollar una política hacia los militares, no marginarlos. Los militares han estado construyendo el Estado todo el tiempo a través de golpes y hay que evitar que lo hagan de nuevo. Y eso no se evita saliendo a dispararles a los milicos… porque nos cagan, tienen el monopolio de las armas, ya nos equivocamos en eso (risas).

Intervinieron en medio de la guerra fría, ¿hoy cuál podría ser la motivación?

Claro, en los ’70 Estados Unidos quería evitar que Allende ganara y luego derrocarlo. Por eso compraron a la DC, le pasaron más de US $1200 millones. Hoy el conflicto es otro. Es el capital financiero internacional versus la comunidad local que les para proyectos como Pascua Lama. Ahora, los militares no saben muy bien qué hacer, pero son un riesgo porque son tontos. Son tontos, porque si fueran inteligentes estarían entendiendo el proceso y si fueran leales al pueblo y no al capital extranjero, apoyarían el proceso como pasó en Venezuela y en Brasil donde dejaron tranquilito a Lula o como hicieron los oficiales jóvenes en Chile en 1924.

¿Tontos por naturaleza o por la formación que reciben?

Si los militares chilenos se educaran bien, serían distintos, pero los llevan a Panamá a estudiar guerra sucia. A los milicos hay que reeducarlos, hay que lanzar una ofensiva que haga leales a los milicos con el pueblo. Eso es mucho más inteligente que ir a matar a un par de soldados, porque no matamos a los poderosos, a Pinochet no lo matamos…lo salvó la virgen (risas).